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EL VERDADERO DIABLO Una Exploración Bíblica |
correo electrónico del autor, Duncan Heaster
Contenido Capítulo 2 - Algunas Enseñanzas Básicas de la Biblia Capítulo 3 - Algunas Implicaciones Prácticas 3-1 Algunas Implicaciones Prácticas Capítulo 4 - Demonios Capítulo 5 - Un Examen de los Pasajes Específicos de la Biblia que Mencionan al Diablo y a Satanás Capítulo 6 - Algunas Conclusiones |
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1-2-3 Satanás en el Pensamiento de Clemente y Orígenes Uno de los más desconcertante problemas para aquello que creen en un Diablo personal se relaciona con lo que realmente ocurrió cuando Cristo murió. Hebreos 2:14 afirma claramente que, por medio de su muerte, Cristo destruyó "al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo". Como explicaré más adelante, encuentro que aquí el único enfoque bíblicamente coherente y con sentido, es entender que el Diablo se usa aquí como una personificación del pecado, porque es el pecado lo que produce la muerte (Romanos 6:23). La maldición completa que cayó sobre la tierra como resultado del pecado humano se describe en Génesis que fue impuesta por Dios y no por ningún Satanás personal. El pecado y la muerte se hallan con mucha frecuencia conectados en la Biblia (Romanos 5:12, 21; 6:16, 23; 7:13; 8:2; 1 Corintios 15:56; Santiago 1:15). En ninguno de esos pasajes hay la más leve insinuación de que es un Satanás personal el que causa nuestra muerte; la causa de la muerte es finalmente el pecado humano. No obstante, Orígenes insistía en que "el Diablo controla el mal final, la muerte" (Against Celsus 4.92, 93). Los primeros "padres", habiéndose comprometido con la creencia en un Satanás personal, tenían que enfrentar la crítica de los gnósticos y de otros críticos sobre estos temas; siendo que el pecado y el mal continuaban e incluso aumentaban diariamente en el mundo, ¿cómo puede ser que Cristo destruyó al Diablo? Una posición puramente bíblica no habría tenido ningún problema en contestar a esa objeción, es decir, Cristo destruyó el poder del pecado, en el sentido que nosotros podemos ahora ser perdonados y contados como "en Cristo" por medio del bautismo. Él, como nuestro representante, nos ha facultado para que lleguemos a estar en una posición en la cual todo lo que es cierto en él ahora se hace realidad en nosotros, y de este modo nuestra resurrección de entre los muertos y recepción de vida eterna está asegurada por medio de su gracia. Pero esta no era la posición de los "padres". Tanto ellos como todos los que han venido después de ellos se han esforzado por explicar cómo pudo Cristo "destruir" en la cruz a un ser personal llamado el Diablo, y sin embargo ese Diablo aparentemente aún está vivo y activo, y lo ha estado por los pasados 2000 años. La total variedad de explicaciones indica el profundo problema que esto plantea para el cristianismo estándar. Tertuliano y Clemente fueron algunos de los primeros en tratar de zafarse del problema. Tertuliano escribió acerca de cómo Jesús rompió los cerrojos del infierno y destruyó el lugar. Clemente fue aún más lejos y afirmó que después de su muerte, el Señor Jesús descendió al "infierno" y liberó a la almas de los justos que previamente habían sido hechas cautivas por el Diablo. Hipólito llegó a enseñar que por lo tanto el descenso de Cristo al infierno era una parte tan importante de su obra redentora como su muerte en la cruz (1). Todo esto se originó por haber aceptado en el cristianismo las ideas paganas del infierno como un lugar de castigo y de las almas inmortales, ambas importadas del paganismo y del platonismo. La palabra "infierno" en realidad se derivaba de la diosa teutónica del inframundo. La posición del cristianismo bíblico original era que el infierno es simplemente el sepulcro, que es como la palabra hebrea sheol se traduce habitualmente; y el alma se refiere a la persona o cuerpo, la cual cesa la existencia consciente al morir. Yo trato acerca del infierno en la sección 2-5. La nueva posición adoptada estaba en desacuerdo con la enorme insistencia del Nuevo Testamento de que la muerte y resurrección de Cristo habían de entenderse como el punto final y culminante del plan de Dios, el cual, en sí mismo, destruyó al Diablo y permitió la salvación humana (Romanos 5:5-8; 6:3-9; 1 Pedro 3:18). Fue debido a que Cristo "murió y resucitó, y volvió a vivir" que él llegó a ser Señor de todos (Romanos 14:9); nunca hay mención alguna de su "angustiosa experiencia en el infierno" durante sus tres días en el sepulcro. Y él, por supuesto, nada dijo acerca de semejante actividad durantes sus apariciones a los discípulos después de su resurrección. El resumen que hace Pablo del evangelio básico en 1 Corintios 15:3, 4 simplemente declara que Cristo "murió... fue sepultado... y resucitó". Asimismo, Pedro hizo un contraste con David, quien murió, fue sepultado y aún permanece muerto; mientras que Cristo murió y fue sepultado, pero su cuerpo no permaneció en el sepulcro, sino que resucitó (Hechos 2:29-32). El único pasaje al cual se aferró Clemente fue la referencia en 1 Pedro 3 a la predicación de Cristo a los encarcelados; y consideramos esto en la Digresión 5. Habiendo entrado en un callejón sin salida, los "padres" no tuvieron el valor de echar marcha atrás. Se produjeron debates acerca de lo que el Señor Jesús hizo exactamente allí en el "infierno". Pero, a pesar de eso, Hipólito llegó al extremo de decir que la creencia en la "angustiosa experiencia en el infierno" era una parte vital del evangelio que se debe creer para alcanzar la salvación (véase su tratado sobre El Anticristo). Entonces surgió el problema que si la gente buena podía ser salvada del infierno como un lugar de tormento y castigo, entonces debe haber una diferencia entre ese lugar y el lugar final de inalterable condenación. Y así nació la idea del purgatorio (2). Los protestantes pueden quejarse y comentar que eso es sólo lo que creen los católicos romanos; pero su propia teología deriva de los "padres" mismos que llegaron a inventar la idea. Pero entonces, ¿no fue Satanás arrojado a este mismo "infierno", según el pensamiento de los primeros "padres"? Ciertamente. Y así Orígenes ideo una historia de cómo al momento de la crucifixión y del supuesto descenso de Cristo al "infierno", Satanás fue atado y encarcelado en el infierno... y de nuevo surgió mucho debate en cuanto a si, por consiguiente, Satanás tiene o no una oportunidad de salvación final, y en qué forma de "infierno" estaba encarcelado. Porque si estaba en aquel donde se hallaba la gente buena y de cuyo lugar serían salvado, entonces ¿por qué no se le confinó al "nivel más bajo del infierno"? Y así las explicaciones tenían que continuar, y la tradición acerca de Satanás fue embellecida y aumentada. De nuevo, estos problemas lógicos, intelectuales y éticos fueron recogidos por los críticos del cristianismo. Celsio presionó con impaciencia a Orígenes sobre estos mismos problemas. Celsio señaló que las enseñanzas de Orígenes estaban diciendo realmente que el Diablo era un ser absurdamente poderoso si efectivamente podía matar al propio Hijo de Dios; y Celsio no era lento en señalar que Orígenes y el movimiento cristiano estaban ahora en una posición que contradecía al texto bíblico. Esto condujo a Orígenes a recorrer las Escrituras en busca de cualquier apoyo que él pudiera reunir. Orígenes fue el primero en usar el pasaje de Isaías 14 acerca del rey de Babilonia en apoyo de la doctrina del cristianismo acerca del Diablo. Este pasaje, considerado en más detalle en la sección 5-5 más adelante, se refiere al humano rey de Babilonia como la más brillante de las estrellas, la estrella matutina [latín, "Lucifer"], quien metafóricamente "cayó". Significativamente, "estrella matutina" era un título de Cristo, y se había usado en el primer siglo como un "nombre cristiano" por aquellos que se habían convertido al cristianismo. Pero ahora Orígenes intentaba dar al nombre "Lucifer" una connotación negativa. Asimismo, Orígenes insistía en el uso de un pasaje similar en Ezequiel 28 que hablaba de la caída del Príncipe de Tiro, considerado más adelante en la sección 5-6. Él incluso usó la referencia que se hace en Job a la enorme bestia Leviatán (Job 41:1, 2). Las palabras "Satanás" o "Diablo" ocurren en cualquiera de estos pasajes; pero Orígenes insistía en su uso dándoles un carácter superficialmente similar a algunas de las imágenes acerca del Diablo que él intentaba defender. Durante toda la discusión, Orígenes abandonó la idea de que el pasaje de Génesis 6 acerca de los hijos de Dios que se casaban con las hijas de los hombres se refería a ángeles caídos; porque esta interpretación lógicamente causaba trastornos a su idea de que los ángeles del Diablo cayeron todos al infierno después de su pecado inicial (3). De este modo, los "padres" tuvieron que cambiar de opinión varias veces respecto a estos asuntos, tal como los líderes cristianos han tenido desde entonces que hacer lo mismo cada vez que se han visto forzados a dar una respuesta seria a preguntas directas, las cuales surgían de la posición que ellos tenían. He resumido esas preguntas directas en la sección 3-2. Inevitablemente, debido al calor de la batalla y a su desesperación, ellos cometieron algunos faux pas. Celsio presionó a Orígenes en cuanto a si la humanidad pecaría si el Diablo no existiera, y Orígenes admitió que la humanidad sin duda aún pecaría. Celsio dejó en claro el punto obvio: que los "padres" cristianos no tenían, por lo tanto, necesidad lógica alguna de un Diablo personal, y que simplemente habían recogido la idea de fuentes paganas. La pregunta de Celsio es válida hoy día. La respuesta oficial parece ser que nosotros pecamos más porque el Diablo existe, lo cual da origen a una plétora de preguntas acerca de la naturaleza del juicio y la justicia de Dios al juzgarnos por el pecado. Hay varias representaciones medievales del juicio final que muestran a los justos que se les pesa en la balanza del juicio mientras el Diablo trata de inclinar la balanza a su favor. No debería haber ningún arqueo de cejas ni encogimiento de hombros ni risitas burlonas de parte de aquellos que creen en un Diablo personal que nos impulsa a pecar, porque esa es la curiosa posición a la que ellos mismos han adherido. Jaroslav Pelikan documenta extensamente los lógicos impasses en los que incurrió Orígenes (4). Orígenes estaba preocupado de probar que la justicia de Dios estuvo siempre presente; ya que esta era una crítica frecuente que se hacía respecto a la doctrina de un Diablo personal. A Orígenes se le presionó sobre la cuestión de si todos los ángeles caídos se hallaban en el infierno, atados ahora debido al sacrificio de Cristo; y si era así, entonces, ¿por qué estaban supuestamente activos? Su respuesta fue formular teorías de que los demonios podían entrar y salir del infierno para tentar a la gente de la tierra, y que algunos ángeles caídos aún se hallan activos en el aire, etc. Todo esto no tenía el más leve respaldo bíblico. Orígenes desarrolló aún más la idea de que Dios pagó al Diablo un rescate por nuestra salvación, y ese rescate fue la sangre de su Hijo Jesús. Pero debido a que Cristo era Dios [según Orígenes, quien había adoptado lo que yo considero que es también otro falso entendimiento en esa área], Cristo resucitó de entre los muertos, y de este modo el Diablo fue burlado y con engaños se le quitó su poder. Este intento por preservar la justicia de Dios me parece a mí que consiguió todo lo contrario. Todo esto no sólo es una estudiada indiferencia por la enseñanza del Nuevo Testamento acerca de la expiación, sino que además la idea de que Dios haya recurrido a trampas y engaños en contra de Satanás está totalmente en desacuerdo con la revelación bíblica acerca de Dios. A mí me parece que el poder de un Diablo personal había crecido tanto en la mente de Orígenes que llegó al extremo de concluir que incluso Dios Todopoderoso tenía problemas con el Diablo y tuvo que recurrir a medidas desesperadas. La revelación del Nuevo Testamento es que Cristo era, por así decirlo, el cordero inmolado desde la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8), es decir, el propósito de Dios por medio de Jesucristo fue establecido al principio, y no creado ad hoc debido al extremo poder del Diablo. En lo que a mí respecta, la admisión más significativa de Orígenes fue que la Biblia simplemente no apoyaba sus ideas, y que la total doctrina cristiana acerca de Satanás [tal como él la creía y la defendía] se afirmaba únicamente en la tradición de los hombres. Esa admisión debería conducirnos a rechazar sus enseñanzas y a sacar de nuestra mente de que él sea alguna clase de "padre fundador" del verdadero cristianismo. "Las Escrituras no explican la naturaleza del Diablo y sus ángeles, y de los poderes adversos. Sin embargo, la opinión más difundida en la iglesia es que el Diablo era un ángel..." (De Principiis, Prefacio). Notas.
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