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EL VERDADERO DIABLO Una Exploración Bíblica |
correo electrónico del autor, Duncan Heaster
Contenido Capítulo 2 - Algunas Enseñanzas Básicas de la Biblia Capítulo 3 - Algunas Implicaciones Prácticas 3-1 Algunas Implicaciones Prácticas Capítulo 4 - Demonios Capítulo 5 - Un Examen de los Pasajes Específicos de la Biblia que Mencionan al Diablo y a Satanás Capítulo 6 - Algunas Conclusiones |
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1-2-5 Satanás en el Pensamiento de Agustín El gran adversario / Satanás para los primeros cristianos eran los sistemas romanos y judíos. El sistema judío llegó a su fin en el año 70 d.C., y la oposición romana cesó una vez que el imperio se convirtió al cristianismo bajo Constantino. La persecución visible de los cristianos cesó, en su mayor parte. La falta de adversarios visibles quizás alentó al cristianismo popular a concluir que, por lo tanto, el adversario / Satanás era invisible y cósmico. Fue contra este escenario que se presentó Agustín. La mente lógica y analítica de Agustín fue probablemente la mayor influencia en la codificación del pensamiento cristiano acerca del Diablo, y fijó en piedra la tradición para las futuras generaciones. Él se dio cuenta de la debilidad de la posición cristiana común respecto al Diablo, y más que ningún otro, rebuscó en las Escrituras en busca de apoyo para la idea. Él se enfocó en la profecía simbólica de Apocalipsis 12, en que inmediatamente anterior al regreso de Cristo habría una batalla entre Miguel y sus ángeles / seguidores, y el sistema simbolizado por "el dragón". Yo analizo el significado real de este pasaje más adelante, en la sección 5-32. Lo que Agustín seguramente pasó por alto deliberadamente fue el contexto básico de Apocalipsis 12; que esta es una profecía del futuro, y no una descripción de acontecimientos del pasado, al principio de la historia bíblica. Por supuesto, la obvia objeción es que al pueblo de Dios no se le informó nada en el relato del Génesis de ninguna batalla en el cielo, de una figura satánica, de ángeles caídos, etc. ¿Por qué habría ellos de esperar hasta el final mismo de la revelación bíblica para que se les dijera lo que pasó? Y en este caso, ¿cómo podría el conocimiento de estos supuestos acontecimientos llegar a ser tan fundament en el cristianismo, cuando por tanto tiempo el pueblo de Dios había vivido en ignorancia de tales sucesos? Sin desanimarse por nada, Agustín pugnó por su idea con insistencia, consciente o inconscientemente. Él presionó su idea hasta el punto que se dio la impresión de que era el ángel Miguel, y no Cristo personalmente, el que venció al Diablo; de este modo desestimando el enorme énfasis bíblico sobre el hecho de que fue el Cristo humano y no un ángel el que venció al Diablo, al pecado, a la muerte, etc.; la totalidad de Hebreos 1 y 2 pone énfasis en esto. La idea de Agustín llegó a tal extremo que después se desarrolló todo un culto de adoración a Miguel, en estudiada ignorancia de la advertencia de Pablo de no adorar a ángeles (Colosenses 2:18). En verdad en ese pasaje Pablo habla de la adoración a un ángel como el resultado de estar "vanamente hinchado por su propia mente carnal", en vez de apegarse a un entendimiento de Cristo como la suprema "cabeza" de todas las cosas. Quizás se debió a causa de que Agustín y otros equivocaron la definición bíblica del Diablo como "la mente carnal" que ellos llegaron a sus erróneas conclusiones. Pablo incluso parece sugerir que él vio este asunto como un medio de salvación, porque él dice que la adoración de ángeles "os priva de vuestro premio" (Colosenses 2:18). Y sin embargo, basado en La Ciudad de Dios y otros escritos de Agustín, el culto de adoración de Miguel y sus "ángeles" se propagó por toda la iglesia cristiana, como queda atestiguado por la construcción del Monte San Miguel en Francia y por incontables expresiones del culto en el arte, edificación y cultura cristianos. La versión de Agustín del dualismo era que la humanidad pertenece al Diablo, y que somos manipulados por el Diablo y los demonios: "La raza humana es el árbol frutal del Diablo, de su propiedad, de la cual él puede coger su fruta. Es un juguete de los demonios" (1). La posición bíblica era radicalmente diferente. "Todas las almas son mías". Repetidamente se recalca la implicación de Dios como el creador de la humanidad: por lo tanto, somos suyos, no del Diablo: "Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado" (Salmos 100:3 NVI); "Porque él es nuestro Dios; nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano" (Salmos 95:7, citado en Hebreos 3:7 donde se aplica a la iglesia cristiana). La humanidad es de Dios, como lo es la totalidad de su creación; éste fue el mensaje que se enseñó a Job en los capítulos finales del libro, y el tema de tantos de los salmos. R. A. Markus señaló que el punto de vista de Agustín acerca de la humanidad, el cosmos, el mundo... estaba totalmente influenciado por la caída de Roma en el año 410 d.C. (2). Para Agustín, su mundo había llegado a ser oscuro y siniestro, las fuerzas del mal eran victoriosas; y de este modo su teología llegó a reflejar sus propios sentimientos y experiencia, más bien que aceptar la verdad de la Biblia, por difícil que fuera que concordaran con nuestra actual experiencia de la vida. Agustín estaba consciente del "difícil problema" acerca del origen último del mal y del concepto del pecado. Pero al igual que otros intentos de abordar esto, él sólo empujó el problema una etapa más atrás. Él culpó al pecado basándose en el hecho de que la humanidad tiene libre albedrío; y se resguardó a sí mismo diciendo que "La primera acción de un albedrío maligno debe ser incomprensible", la totalidad del problema es un misterio inexplicable, y todos los seres creados deben pecar inevitablemente (La Ciudad de Dios 12:15). Aunque, por supuesto, hay alguna verdad en el hecho de que los orígenes últimos del pecado como concepto son en verdad difíciles de articular, la idea de Agustín del "pecado inevitable" degradaba a la humanidad y la llevaba por conducto del calvinismo a la idea de que no somos más que miserables pecadores y que deberíamos sentirnos pésimo por nosotros mismos; preparando de este modo al rebaño de la iglesia popular para el abuso espiritual y psicológico que se ha practicado contra ellos desde aquel tiempo. Y la idea de que cualquier ser creado debe pecar es, por supuesto, un problema lógico para aquellos que creen que todos los ángeles fueron creados por Dios, pero que sólo algunos de ellos pecaron. ¿Por qué no pecaron todos ellos, si todos los seres creados deben pecar? Y, por supuesto, no hay absolutamente ninguna evidencia a priori, ni en las Escrituras ni en ninguna otra fuente, de la idea de que todos los seres creados tienen que pecar. ¿Y qué puede decirse de los animales, también ellos inevitablemente pecan? Los comentaristas de Agustín no han sido lentos en recoger el hecho de que su razonamiento acerca del Diablo es profundamente contradictorio, como también lo es el pensamiento cristiano en general sobre el tema. Incluso en el capítulo 11 de La Ciudad de Dios leemos que el Diablo fue originalmente un pecador, y también que el Diablo fue originalmente bueno: "En un tiempo él estaba en la verdad, pero no perseveró" (La Ciudad de Dios 11:13 compare con 11:15). A pesar de afirmar que los ángeles y todos los seres creados deben inevitablemente pecar, Agustín nos asegura que "ningún nuevo Diablo volverá a surgir jamás de entre los ángeles buenos" (11:13). J. B. Russell comenta correctamente: "algunos de sus [de Agustín] argumentos eran débiles, incluso incoherentes. Esta debilidad plantea un problema enormemente importante acerca de la validez del proceso de formación del concepto [acerca del Diablo]. Si Agustín, siendo incoherente en un punto determinado, estableció la tradición a partir de ese punto, ¿qué tan válida puede ser la tradición? Ningún concepto que descanse en terreno movedizo puede perdurar" (3). Realmente no puede. Agustín se metió en estos [y otros] líos intelectuales por haberse aferrado a la idea de que "Dios sólo hará el bien". Llegó incluso a razonar que en vista de que todas las cosas son de Dios, y que Dios no puede crear ningún mal, por lo tanto, el mal realmente no existe; es simplemente un estado de "no existencia", una carencia del bien: "El mal no es nada, ya que Dios hace todo lo que hay, y Dios no hace lo que es malo" (4). Agustín simplemente no podía asimilar las claras declaraciones bíblicas de que Dios es finalmente el autor del desastre /"mal" en este mundo. Por otra parte, ¿quién es el hombre para decir a Dios lo que él puede o no puede hacer? Además, nuestro entendimiento del "bien" es muy limitado. No somos más que niños muy pequeños, que lidian con el problema de que su punto de vista acerca del bien y el de su padre sencillamente no son lo mismo. Sugiero que nuestro problema para aceptar que Dios puede y de hecho efectúa el mal en el sentido de desastre, es porque intentamos juzgarlo como juzgaríamos a un hombre. No hay duda de que en este mundo existe el mal, permitido por un Dios todopoderoso, en cuyo poder está no permitirlo. Y la Biblia también enseña que cuando hay alguna calamidad en una ciudad, es porque seguramente el Señor la ha causado (Amós 3:7). Todo el cáncer, persecución, asesinato, destrucción... él podría terminarlo en un momento. Pero, no lo hace. Y se nos deja deliberadamente para que lidiemos con el hecho que este Dios es el Dios de amor y de toda gracia. Si fuésemos a juzgar a un hombre que voluntariamente permitió el desarrollo de violaciones, asesinatos, destrucciones, y limpiezas étnicas en su país cuando estaba perfectamente en su poder detenerlas, nos sentiríamos muy justificados en condenarlo. Una y otra vez, los juicios por crímenes de guerra han llegado fácil y unánimemente a esta conclusión. Y así tendemos a juzgar a Dios como lo haríamos con un hombre, asumiendo que nuestro entendimiento del mal y su propósito está de algún modo a la par con el de Dios. Pero Dios es Dios, y en ese sentido no es un hombre. El desafío de la fe reside en lidiar con la idea de cómo él se expresa con nosotros, tener la humildad de aceptar la pequeñez de nuestro entendimiento, creer en él, y por medio del proceso de estas luchas llegar a conocerlo, amarlo y confiar en él aún más mientras aguardamos la venida final de su reino en esta tierra. Con mucha frecuencia, el concepto popular acerca del Diablo se ha creado y desarrollado a fin de proteger a Dios de la culpa por el origen del mal y de los desastres en nuestra vida. ¿Por qué hay esta necesidad? Porque este es quizás el mayor desafío práctico de fe en Dios. Si aceptamos esto, tenemos que hacer a un lado nuestro deseo de un Dios a nuestra imaginación, que actúe como nosotros pensamos que debería actuar; y aceptarlo a él y a su palabra por sobre nuestros propios entendimientos. Respecto a la declaración de Dios en Isaías 55, que sus caminos son más altos que nuestros caminos y sus pensamientos son infinitamente superiores a los nuestros, es necesario darle su total importancia; su concepto del bien y del mal es simplemente diferente y muy superior al nuestro, o incluso por sobre nuestra capacidad de comprenderlo. Job lidió con el problema en su totalidad, y la respuesta de Dios que se halla en Job 38 fue simplemente: "¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?... ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia". Para mí, las divagaciones de los "padres" consideradas hasta aquí en este capítulo son en verdad un oscurecimiento del consejo de Dios con "palabras sin sabiduría". La lección que he sacado de los fracasos de Agustín, y de todos los primeros "padres", es que nosotros simplemente tenemos que enfrentar el problema del pecado y del mal en la raíz; porque todo intento de eludirlo, desviarlo o evitarlo resulta en aún mayores complicaciones que son finalmente destructivas de una verdadera fe. Para mí, ninguna religión, conjunto de doctrinas, teología, llámese como queramos, vale mucho a menos que se enfrenten los problemas esenciales del pecado y del mal. El sostenido punto de vista que comúnmente sostienen los cristianos populares, grabado en piedra por Agustín, simplemente no resultará. Notas
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