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EL VERDADERO DIABLO Una Exploración Bíblica |
correo electrónico del autor, Duncan Heaster
Contenido Capítulo 2 - Algunas Enseñanzas Básicas de la Biblia Capítulo 3 - Algunas Implicaciones Prácticas 3-1 Algunas Implicaciones Prácticas Capítulo 4 - Demonios Capítulo 5 - Un Examen de los Pasajes Específicos de la Biblia que Mencionan al Diablo y a Satanás Capítulo 6 - Algunas Conclusiones |
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1-4 Satanás desde la Reforma en adelante La Reforma condujo a la división entre el cristianismo protestante y católico. Esta división fue enconada, y cada bando demonizaba afanosamente al contrario, acusándolo de estar en liga con un Diablo sobrehumano, porque estaban convencidos de que Dios estaba de su lado, y por lo tanto sus enemigos eran del Diablo. Esto justificaba toda manera de guerra, persecución y demonización. Los protestantes insistían en que el Papa era el Anticristo, mientras que los católicos hablaban de exorcizar a los demonios del protestantismo. Martín Lutero, líder de la Reforma, estaba obsesionado con el tema del Diablo, arrojándole tinta, expulsando gases para ahuyentarlo, y siempre afanado por descargar su obsesión por el Diablo en función de su demonización de los católicos (1). Significativamente, incluso Lutero reconoció que el pasaje acerca de una "batalla en el cielo", que se menciona en Apocalipsis 12, no se refería a nada que haya ocurrido en el Edén, sino más bien era una descripción de la persecución de los cristianos por parte de sus enemigos. Lutero creía la idea común de que Satanás fue arrojado del cielo al Edén, pero reconocía que Apocalipsis 12 no podía usarse para apoyar la idea (2). Examinamos Apocalipsis 12 más detalladamente en la sección 5-32. La respuesta católica no fue menos obsesiva; el catecismo de Canisio, una respuesta católica al Catecismo Mayor de Lutero de 1529, menciona a Satanás más a menudo de lo que lo hace Jesús (67 veces comparado con 63 veces) (3). El Concilio de Trento culpó al protestantismo en cuanto al Diablo. Calvino y los reformadores protestantes posteriores continuaron la obsesión de Lutero por el Diablo. Al igual que los escritos judíos apócrifos examinados en la sección 1-1-2, Calvino reinterpretó pasajes básicos de la Biblia para hacerlos referirse al Diablo, cuando el texto bíblico mismo no dice nada acerca del Diablo. De este modo, Éxodo 10:27; Romanos 9:17, etc., dejan en claro que Dios endureció el corazón de Faraón; pero Calvino afirmó que "Satanás confirmó [a Faraón] en la obstinación de su pecho" (Institutos de la Religión Cristiana 2.4.2-5, Comentario de Mateo 6:13). Tan obsesiva era la creencia en el Diablo que llegó a ser una doctrina absolutamente fundamental tanto para católicos como para protestantes. G. H. Williams documenta la persecución unida de católicos y protestantes contra los anabaptistas italianos en los alrededores de Venecia, porque éstos negaban tanto la existencia de un Diablo sobrehumano como de la Trinidad (4). Es significativo que estas dos falsas doctrinas tiendan a mantenerse unidas; veremos más adelante que Isaac Newton terminó negando ambas. Examinaremos las conexiones lógicas entre ellas en el capítulo 6. Los anabaptistas italianos fueron precursores de los protestantes en contra de la doctrina tradicional acerca del Diablo, la que examinamos en la sección 1-5. El surgimiento de la nación-estado condujo a un espíritu de conflicto y guerra, a menudo entre naciones nominalmente cristianas; la evidencia reflejada en el arte y la iconografía del período demuestra lo popular que era el uso de la imagen del Diablo a fin de demonizar a la oposición. El espíritu de la época condujo a la cacería de brujas, durante la cual más de 100.000 personas fueron asesinadas durante los siglos 16 y 17. Cualquiera que se viera diferente a la sociedad era demonizado. El enorme interés en el Diablo en este período se refleja en las muchas obras teatrales y novelas acerca de él en el tiempo; no menos las populares leyendas e historias acerca de Fausto y Mefistófeles. Con el tiempo, despertó el período conocido como el Siglo de las Luces, junto con el reconocimiento de que el derramamiento de sangre de la "cacería de brujas" realmente tenía que terminar. Los católicos empezaron a recalcar su idea de que la naturaleza humana es buena y perfectible; de nuevo, minimizando el pecado y la lucha de la persona en contra del mal. Los protestante alemanes como Schliermacher se enredaron en un deseo de una explicación racional, sin duda influenciados por la revolución científica que estaba en curso. Él concluyó que desviar la culpa de la humanidad a Satanás no explica nada, recalcando que es ilógico creer que un Diablo pueda de algún modo frustrar los planes de Dios; y de ahí que llegara a rechazar la noción de un Diablo sobrehumano (The Christian Faith 1.1.1.2). Soren Kierkegaard siguió la tendencia, argumentando que la idea de un Diablo sobrehumano trivializaba la importancia personal del problema del pecado y el mal. Shelley igualmente se acercó a la verdad cuando preguntó: "¿Qué necesidad tenemos de un Diablo cuando tenemos a la humanidad?" (5). Los autores rusos clásicos, especialmente Dostoievski, estaban profundamente interesados en el tema del mal y del pecado. The Possessed, o The Devils, de Dostoievsk, tratan de la lucha dentro de Nikolaj Stavrogin entre hacer el mal y aceptar la culpa, al mismo tiempo batallando con el autoengaño. Este era el entendimiento de Dostoievski acerca de Satanás. Cuando se le preguntó si el Diablo realmente existe, Stavrogin replica: "Lo veo tan claramente como lo veo a Ud. ... y algunas veces no sé quien es real, él o yo" (6). El mismo tema se desarrolla en el magnum opus de Dostoievski, Los Hermanos Karamazov. En el capítulo 5, Iván explica a Aliocha que el hombre ha "creado" [al Diablo], él lo ha creado a su propia imagen y semejanza" (7). Iván llega a la conclusión de que el Diablo es él mismo, "pero sólo un lado de mí" (775). En otras palabras, el verdadero Diablo no es más que una proyección del subconsciente de Iván. Dicho todo esto, por consolador que sea saber que otras mentes han llegado a la misma conclusión que yo, es aparente que la creencia en un Satanás personal persistía, y que, en la práctica, la sociedad rehusaba asumir una seria responsabilidad de su propia conducta y pecaminosidad. Las dos guerras mundiales del siglo XX y la senda de la autodestrucción global en la cual la humanidad está ahora firmemente embarcada indica con bastante claridad que el punto de vista bíblico acerca de Satanás, el pecado y el mal no fue captado ni aceptado, incluso si en algunas mentes el mito pagano de un Satanás personal sobrehumano fuera verdaderamente rechazado. El bien y el mal han sido reducidos a fenómenos psicológicos, siendo el "pecado" virtualmente nada más que un concepto histórico. Los círculos intelectuales occidentales son muy propensos a enfrascarse en interminables manías intelectuales y teológicas; y el rechazo del mito de un Satanás sobrehumano, aunque correcto y bienvenido, no es suficiente para deconstruir una creencia errónea; el verdadero entendimiento se debe comprender y vivir. Notas
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