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EL VERDADERO DIABLO Una Exploración Bíblica |
correo electrónico del autor, Duncan Heaster
Contenido Capítulo 2 - Algunas Enseñanzas Básicas de la Biblia Capítulo 3 - Algunas Implicaciones Prácticas 3-1 Algunas Implicaciones Prácticas Capítulo 4 - Demonios Capítulo 5 - Un Examen de los Pasajes Específicos de la Biblia que Mencionan al Diablo y a Satanás Capítulo 6 - Algunas Conclusiones |
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Capítulo 3 ALGUNAS IMPLICACIONES PRÁCTICAS
La Batalla Está en la Mente, No es Necesario Culpar a los Demás
Ahora vamos a tomar un descanso de la teología, y ver hacia donde conduce todo esto en la práctica. Hemos hablado de historia, de ideas, de teología, de interpretación bíblica. Pero si dejamos todo esto al nivel de simples ideas, alojadas tan sólo dentro de alguna compleja química cerebral debajo de nuestro cráneo, significa que no hemos entendido bien. Estas "ideas" deben tener una verdadera conexión con nuestra completa personalidad. Lo que quiero decir es que leer la Biblia, o este o aquel libro acerca de la Biblia mientras nos dirigimos al trabajo, o unas pocas páginas cada noche antes de que el sueño se apodere de nosotros... realmente deberíamos y podemos tener un efecto absorbente sobre la personalidad humana, sobre nuestro entero concepto del mundo, que nos lleva más allá de nuestros pequeños y somnolientos estudios a la hora de irnos a dormir, hacia los más fundamentales temas del cosmos, y hacia los verdaderos problemas de la condenable vida que llevan los seres humanos sobre la faz de este espectacularmente hermoso planeta. El fruto del correcto entendimiento de estos problemas será finalmente el amor y caminar humildemente con nuestro Dios. Ahora queremos reflexionar sobre lo que significan estas ideas para nosotros en estas condiciones intensamente prácticas. Los insto a tomar estas reflexiones de manera especialmente seria, porque yo creo que hay un enorme peligro en el estudio puramente académico de la palabra de Dios, lo cual no nos conduce a ninguna praxis. A pesar de lo que era, un sacerdote católico romano llamado Raimundo Panikkar, lo expresó bien: "Si la actividad intelectual se divorcia de la vida, se vuelve no sólo estéril y alienante, sino también dañina e incluso criminal [porque]... estoy convencido de que vivimos en un estado de emergencia humana que no nos permite distraernos en bagatelas" (1). La que por lo general se sostiene es que "Satanás" trata de impedir que la gente sea justa, y usa cada oportunidad para tentarla, pero que se le vence con una disposición espiritual y citando las Escrituras. Si Satanás es un ser personal, exactamente por qué y cómo este ser maligno huiría asustado, por así decirlo, ante la espiritualidad? Exactamente por qué este supuestamente poderoso ser puede de algún modo ser ahuyentado por la espiritualidad o incentivado por la falta de espiritualidad y la debilidad moral? No veo ninguna respuesta real a esas preguntas. Decir simplemente, "bueno, él es así", sólo empuja la pregunta una etapa más atrás; ¿por qué es él así? ¿Cómo se convirtió en eso? Efesios 4:27 dice que la ira y un espíritu que no perdona dan cabida al Diablo; 1 Timoteo 5:14 advierte que las viudas jóvenes darán a Satanás una puerta de oportunidad si no se casan de nuevo. Cuando se nos dice: "Resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Santiago 4:7), difícilmente nos imaginamos luchando con una bestia literal que huye tan sólo porque le oponemos resistencia. Poniendo significado en esas palabras, procurando entender lo que realmente significan para nosotros en la vida diaria, es seguramente evidente que Santiago habla de la necesidad de resistir el pecado en nuestra mente, y ese mismo proceso de resistencia conducirá a que la tentación desaparezca. Estas clases de pasajes tienen mucho sentido una vez que entendemos que el verdadero adversario / Satanás son nuestras propias tentaciones, nuestra propia débil mente. Todos sabemos que la ira y un espíritu hostil dentro de nuestro corazón nos conducen a pecar más. Podemos imaginar que una viuda joven en el mundo del primer siglo, cuya situación de soltera podría conducirla a una variedad de tentaciones. Pero los procesos psicológicos implicados en esas tentaciones habrían sido todas internas en su mente (p. ej. Incumplimiento sexual, falta de posición social en la sociedad, no tener hijos, dificultades económicas, etc.). El hecho de no volverse a casar no significaba en sí mismo que un Diablo externo la conduciría al pecado; más bien, la situación en la que ella escogiera permanecer podría precipitar dentro de ella una variedad de tentaciones internas. El hecho de que el Señor Jesús realmente venció al Diablo debería significar para nosotros que en nuestras luchas en contra del pecado, la victoria es finalmente cierta. Si logramos entender esto, batallaremos diariamente por el control de la mente, nos esforzaremos para llenar nuestra mente con la palabra de Dios, haremos nuestras lecturas diarias de la Biblia, seremos escépticos en cuanto a nuestras motivaciones, nos examinaremos a nosotros mismos, reconoceremos nuestra latente propensión al pecado que nosotros y todas las personas tienen por naturaleza. No tomaremos de manera tan personal las debilidades de los demás hacia nosotros; veremos que éstas son el "Diablo" de ellos. La creencia en un Diablo personal es tan popular porque desplaza el punto central de nuestra propia lucha con nuestra más íntima naturaleza y pensamientos. No obstante, aunque nosotros no creemos en un Diablo personal, en esencia podemos crear lo mismo; podemos crear un Diablo externo como la TV o el catolicismo y estimar que nuestro total esfuerzo espiritual debe estar dirigido a dar la batalla con estos elementos, más bien que enfocarnos en nuestra propia desesperación. Una falta de foco en la pecaminosidad personal y la necesidad de limpieza y crecimiento personal, con la humildad que esto producirá, puede muy fácilmente dar lugar a un punto central respecto al verdadero enemigo en vez de centrarse en algo externo a nosotros (2). Reconociendo lo que realmente es el Diablo, nos inspira a combatirlo más concretamente. Albert Camus, en su novela El Rebelde, desarrolla el tema de que "el hombre nunca es más grande que cuando se rebela, cuando se compromete totalmente con la lucha en contra de un poder injusto, listo para sacrificar su propia vida a fin de liberar a los oprimidos". Una vez que tenemos al enemigo claramente definido, podemos levantarnos para hacer frente a esa misma lucha y desafío. Ciertamente, el hombre nunca es más grande que cuando se halla en la única y verdadera sublevación que vale la pena hacer y sacrifica la vida por la causa final. No deberíamos culpar a nuestra naturaleza por nuestras fallas morales de la manera en que los cristianos tradicionales culpan a un Diablo externo. Deberíamos inclinar la cabeza por cada pecado que cometemos y por cada acto de justicia que omitimos. En esto encontraremos la base para un verdadero reconocimiento de la gracia, una verdadera motivación para efectuar obras de humilde reacción, una verdadera llama de alabanza en nuestro interior, una base realista para una genuina humildad. Dorothy Sayers, en Begin Here [Comienza Aquí], señala correctamente: "Es cierto que el hombre está dominado por su carácter psicológico, pero sólo en el sentido en que un artista es dominado por su material". Realmente podemos lograr alguna medida de autocontrol, no puede ser que Dios esté iracundo con nosotros simplemente porque somos humanos; no puede ser que nuestra naturaleza nos obligue a pecar de una manera que nunca podamos contrarrestar. Si esto fuera cierto, la ira de Dios habría sido en contra de su propio Hijo impecable, el cual compartió plenamente nuestra naturaleza. El Señor compartió nuestra naturaleza y sin embargo no cometió pecado, y en esto él es nuestro distinguido ejemplo e inspiración. La pregunta respecto a "¿qué haría Jesús...?" en esta o aquella situación tiene aún más poder inspirativo una vez que aceptamos que el Señor Jesús, tentado tal como lo somos nosotros, se las arregló para dar muerte al Diablo que había dentro de él, triunfando sobre él en la cruz, aun cuando él llevó nuestra naturaleza. La gente repite como loro frases como "soy un pecador", "ir al cielo", "Satanás", sin tener la menor idea de lo que verdaderamente está diciendo. Y nosotros podemos llegar a hacer precisamente lo mismo; podemos hablar del "pecado" sin tener una idea real de lo que deberíamos sentir y entender por esto. El psiquiatra suizo Paul Tournier escribió un incisivo y brillante estudio titulado Violente et puissance, traducido al castellano como La Violencia Interior (3). Por su amplia experiencia en practicar la psicoterapia y en investigar las causas de diversas neurosis, Tournier discernió que dentro de cada persona hay una enorme batalla entre lo bueno y lo malo, el bien y el mal, tentación y resistencia a la tentación. Esta batalla ocurre constantemente, por incluso las cosas más insignificantes, p. ej., la elección de cogerle o no una instantánea antipatía a alguien, enfurecerse y ponerse agresivo porque sentimos que una persona en un restaurante está de algún modo riéndose de nosotros, etc. La mayoría de las personas de la tierra no concordarían con las conclusiones religiosas / teológicas a las que hemos llegado, que el Diablo se refiere no a un "ángel caído" o a un ser sobrenatural, sino más bien a nuestras propias tentaciones internas que batallan dentro de nosotros, como dice Pedro, como un león rugiente. Sin embargo, en la práctica, un análisis psiquiátrico de seres humanos revela que en verdad, nos guste o no, la "violencia interior" es no sólo muy real, sino que es una parte fundamental de nuestra experiencia espiritual cotidiana. Junto con Tournier, el sociólogo francés Claude Levi-Strauss llegó a las mismas conclusiones, escritas en su clásico The Savage Mind [La Mente Salvaje]; un libro cuyo título lo dice todo (4). Quiero decir que nuestras conclusiones bíblicas / teológicas acerca del Diablo están efectivamente confirmadas por la psicoterapia y los análisis psiquiátricos hechos a personas. Nuestras conclusiones están corroboradas en la experiencia práctica, a pesar de que la gente no quiera aceptar la manera en que las expresamos bíblicamente, porque tienen una tradición de creer que el verdadero problema es la supuesta violencia que viene de afuera, perpetrada supuestamente por un "Diablo" sobrenatural. Y aquí la doctrina viene a adquirir una mordaz relevancia práctica; porque si verdaderamente percibimos y creemos que en realidad "el Diablo" y su poder han sido derrotados por Jesús, si hacemos un estudio de la maravillosa cruz y vemos el poder del Diablo finalmente destruido en la mente perfecta del Señor Jesús mientras él colgaba de ella, y esa final victoria de victorias compartida con nosotros los que somos en él... la fuente, la causa intrínseca de tanta neurosis y disfunción, se nos revela sin poder. Por cuanto nosotros los que hemos cedido y seguimos cediendo a la tentación, los que nos sometemos a "la violencia interior" con demasiada frecuencia, los que a veces somos golpeados en la lucha, hemos sido salvados del poder de esa derrota por medio de la gracia y el perdón, y somos contados por el Dios de toda gracia como dignos de ser "en Cristo". De este modo, la situación completa llega a ser lo que Frederick Buechner llamó The Magnificent Defeat [La Magnífica Derrota]. El Señor Jesús fue el único que venció esa "violencia interior" minuto a minuto, además de las más acentuadas y obvias escenas de "la violencia interior" que vemos en las tentaciones del desierto y en la cruz. Y por gracia, somos contados entre lo que están en él. No es de extrañarse que para lograr esto él tuvo que compartir la naturaleza humana y tener "la violencia interior" a fin de vencerla. Perfectamente y de modo imperceptible, en mi concepto al menos, un aspecto verdadero de la interpretación bíblica lleva de este modo a otro, y en la práctica llega ser la base de una vida transformada. En todo esto vemos la sin par y sobresaliente belleza de cómo trabaja Dios con la humanidad en pro de nuestra salvación. Se Quita Importancia al Pecado y se le Minimiza Se entiende comúnmente que los seres humanos practican con frecuencia la "proyección" hacia otros respecto a ciertas actitudes y comportamientos con los cuales luchan. A mí me parece que el concepto acerca de Satanás es un caso clásico. Hemos tomado todos los aspectos de la personalidad de Dios con los cuales lidiamos, especialmente que él trae el mal a nuestra vida; y también hemos tomado todos los aspectos de nuestra propia personalidad que aborrecemos, nuestro pecado, nuestro lado desagradable... y los proyectamos hacia un ser externo llamado Satanás. Todo esto no es sólo una minimización de nuestro propio pecado; también es un intento por reconfigurar a "Dios" a nuestra imagen, a lo que nosotros pensamos que debiera ser. Esto es blasfemo, además de degradante para él, y refleja nuestra enorme barrera para aceptar que nosotros no somos Dios, que somos pecadores y que necesitamos trabajar en nuestra superación más bien que proyectar toda nuestra debilidad hacia algo o alguien más. Nosotros, como humanos pecadores en relación con un Dios perfecto, tenemos una terrible tendencia a justificar, racionalizar y minimizar nuestro pecado. Esta es la esencia misma del "Diablo" bíblico: un falso acusador de Dios, efectivamente un "calumniador" de él, que se halla en alguna parte dentro de nuestra psiquis y auto-percepciones. Tantas veces justificamos el pecado en el calor del momento, sólo para darnos cuenta después de que es la extensión de nuestro propio autoengaño. Si decimos que no hemos pecado, estamos tratando a Dios de mentiroso (1 Juan 1:10); si no creemos en él, igualmente "le hacemos a él mentiroso", lo calumniamos o lo acusamos falsamente (1 Juan 5:10). Podemos sentir repugnancia ante este lenguaje. Pero así es; negar nuestra pecaminosidad, no creer en lo que dice Dios acerca de esto, es calumniar a Dios. No sólo hacemos esto dentro de nuestra mente en nuestras auto-percepciones y psiquis. Hacemos esto de una manera más formal y racional cuando torcemos la enseñanza bíblica para de algún modo minimizar el pecado. Y esto es lo que ha ocurrido con el constante progreso del pensamiento humano respecto al pecado y al Diablo. No estoy diciendo que la intención de Dios es que debemos sentirnos como miserables pecadores que provocan constantemente la ira de Dios; positivamente, un reconocimiento de nuestro pecado es la base del gozo y maravilla por la gracia de Dios, esa energía para servirle y amarle contra viento y marea, lo que tantos cristianos admiten privadamente que les falta. Sin duda, el mensaje bíblico tiene que ver con nuestra salvación del pecado por medio de la gracia de Dios y el sacrificio del Señor Jesús. El foco no está en cómo Dios nos salvó de las garras de algún ser cósmico; está mucho más en el hecho de que nosotros hemos sido salvados de nuestros propios pecados. El pecado de Adán y Eva minimizado
Tomemos el relato bíblico acerca del pecado de Adán y Eva. En el cristianismo bíblico, es la caída del hombre lo que condujo a la caída del cosmos; pero los mitos paganos y así como el judaísmo apóstata trastocaron el orden de esto a fin de que la caída del hombre fuera precisamente el resultado de la caída de los poderes cósmicos. La Biblia subraya la culpabilidad humana, mientras que las falsas doctrinas del hombre procuran minimizarla. Al menos un mito acadio presenta una historia vagamente similar a la de Génesis 3, según el cual los dioses engañan a un hombre para que coma alimento prohibido y se le castiga con la mortalidad por comerlo (5). Tal como lo expliqué en la Digresión 4, el relato del Génesis alude a tales mitos a fin de deconstruirlos y mostrar donde se halla realmente la verdad. Según ese mito acadio, los dioses tenían la culpa del engaño, y el hombre fue injustamente castigado con la mortalidad. El relato bíblico muestra que por medio de sus intentos de autojustificación Adán y Eva estaban en realidad culpando a Dios, y el relato los expone como excusas definitivamente irrelevantes por su pecado. Porque Eva culpa de su caída a la serpiente, mientras que Adán parece culpar a Dios por haberle dado a Eva, "la mujer que me diste por compañera me dio del árbol" (Génesis 3:12). La idea de culpar a "los dioses" por la caída de la humanidad era una característica de los mitos paganos; y Génesis 3 los deconstruye al aludir a ellos y colocar la culpa precisamente sobre Adán y Eva. La obra apócrifa judía, el Libro de Enoc, desempeñó un papel decisivo en el desarrollo del malentendido judío acerca de que Satanás es un ser personal. Este libro traslada la culpa por el pecado de la humanidad a una figura satánica llamada Azazel: "Toda la tierra ha sido corrompida por medio de las obras que fueron enseñadas por 'Azazel, impútale entonces todo pecado" (Enoc 9:6; 10:8). Hay una sutil, pero significativa diferencia entre éste y el relato bíblico en Génesis 6:11, el cual declara que la tierra se corrompió delante de Dios a causa del pecado humano. El relato bíblico no hace ningún intento de pasar la culpa de esto a algún otro ser; la humanidad fue castigada porque ellos pecaron. En todo caso, sería evidentemente poco ético que Dios castigara a la humanidad por lo que hizo Azazel. Lentamente, el dogma cristiano ha re-interpretado el relato de Adán y Eva, inicialmente bajo la influencia judía, para que signifique que el verdadero villano fue el Diablo, el cual supuestamente utilizó a la serpiente, o se convirtió en serpiente, a fin de engañar a Eva, y la manera de corregirlo es vitorear a Cristo en el cielo mientras él libra una batalla con este terrible "Diablo". Pero como nosotros hemos recalcado tantas veces, la Biblia habla de la serpiente simplemente como a una serpiente, uno de "los animales del campo" que creó Dios (Génesis 3:1). Las ideas acerca de Satanás, el Diablo, Lucifer, ángeles caídos, rebelión en el cielo, simplemente no ocurren en el relato del Génesis. El tema verdadero es que por un hombre entró el pecado en el mundo, y de este modo la muerte y la maldición pasaron a todos nosotros, porque todos hemos pecado (Romanos 5:12). Neil Forsyth señala cómo el libro Paraíso Perdido, de Milton, minimiza el pecado de Eva. La tremenda presencia de Satanás, por decirlo así, exculpa su caída. Y Milton da a entender que ella simplemente aceptó como verdadera la sugerencia de Satanás de que ella podría llegar a ser una diosa: "En el Libro 9, Satanás apela al deseo de Eva de ser como diosa para hacer el heroico intento de alzarse por sobre su destino, y [Milton] ignora el propósito de su acción en la épica cristiana: simple desobediencia" (6). La cuestión es que si estuviéramos en la posición de Adán y Eva, como lo estamos diariamente en esencia, habríamos hecho, y efectivamente lo hacemos, exactamente la misma elección que hicieron ellos. Es por eso que el relato acerca del pecado de Adán se alude en toda la Escritura como el prototipo de la experiencia por la que todos pasamos cada vez que pecamos. Adán representa a todos; su fracaso y su salvación por gracia se reconstruye en la experiencia de cada ser humano; de ahí que la palabra hebrea para 'hombre' o 'humanidad' sea en realidad, 'Adán'. Mi siempre analítico amigo Dr. Alan Fowler me comentó en una comunicación privada que Adán se halla establecido en la Escritura como nuestro representante (humano), mientras que al Señor Jesús se le presenta como representante de Dios ante nosotros. La manera en que Adán se ha de ver como representante de todo hombre se halla ejemplificado en la manera en que Pablo habla de su propia vida espiritual y fracasos desde el punto de vista del encuentro de Adán con el pecado en la forma de serpiente. Note las alusiones en Romanos 7:8-11a la caída de Adán: "Mas el pecado [comp. con la serpiente], tomando ocasión por el mandamiento [singular - había un solo mandamiento en Edén] produjo en mí toda codicia [la esencia de la tentación para comer del fruto];... y yo sin la ley [como Adán] vivía en un tiempo [Adán fue la única persona que verdaderamente existió por algún tiempo sin ley alguna]; pero venido el mandamiento [singular - no comer del fruto], el pecado revivió y yo morí [como Adán], y hallé que el mismo mandamiento [parecía] que era para vida [comp. con la esperanza de comer del árbol de la vida], a mí me resultó para muerte; porque el pecado [comp.. con la serpiente], tomando ocasión por el mandamiento me engañó [ 2 Corintios 11:3 respecto a que la serpiente engañó a Eva], y por él me mató". Note que Romanos 7:7-13, con todas las alusiones a Adán, habla en tiempo pasado, pero en la sección autobiográfica que sigue en Romanos 7:14-25, Pablo usa el tiempo presente, como si estuviera sugiriendo que tanto Pablo como, por extensión, todos nosotros estamos viviendo sumidos en la esencia del fracaso de Adán. Él representaba a todos los hombres, y su salvación por medio de la simiente de la mujer, es decir, el Señor Jesús, puede ser la salvación de todos, si eso queremos. Pero en nuestro contexto notamos la omisión intencionada --y es efectivamente intencionada-- de Pablo respecto a cualquier referencia a un personaje como Satanás. Que Adán está consignado en las Escrituras como "representante de todos" es evidente en casi cada página de la Biblia por medio de la alusiones que se hacen de él. Es así como la provocación de Jezabel para que Acab pecara se presenta en los mismos términos que los de Adán y Eva; Israel "cual Adán, traspasaron el pacto" (Oseas 6:7). Juan habla de cómo nosotros somos tentados por "los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida" (1 Juan 2:16), aludiendo a las mismas cosas que fueron la tentación de Adán y Eva en el Edén. Pablo estaba consciente de que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, así la mente de los cristianos corintios estaba siendo engañada por falsos razonamientos (2 Corintios 11:3 = Génesis 3:13). El pecador escoge o acepta las palabras de "los astutos" (Job 15:5 - la misma palabra se usa en referencia a la serpiente en Génesis 3:1). El frecuente mandato, "no codiciarás" (Éxodo 20:17 etc.), usa la misma palabra hebrea traducida como "deseo" cuando leemos cómo Eva "deseó" el fruto (Génesis 3:6); no obstante, Israel "deseaba" el fruto equivocado (Isaías 1:29). En todas estas alusiones (y existen en casi cada capítulo de la Biblia) se nos está mostrando cómo el pecado humano es una repetición en esencia de aquel de nuestros primeros padres. El insistente énfasis es que debemos superarnos y no ser como ellos. Y sin embargo este llamado para un esfuerzo personal y lucha con nosotros mismos a fin de vencer al pecado, se ve opacado y desplazado por todo el énfasis que se pone en un supuesto Diablo que tentó a Eva, trasladando la culpa hacia él, y de este modo disminuyendo la importancia de nuestro papel en la lucha para vencer al pecado dentro de nosotros mismos. Y así vemos a tantos vocingleros que condenan totalmente al Diablo sin reconocer la necesidad de un autocontrol personal y una disposición espiritual en la vida diaria y en el carácter privado. Mea Culpa
De ninguna manera soy yo el primer escritor en observar que la creencia en un Satanás personal le resta importancia al pecado. C. F. Evans, en uno de los más conocidos comentarios de la Oración del Señor en el siglo XX, le saca partido a este tema: "Es precisamente una cuasi-creencia en un ser espiritual, el cual por muchísimos años ha sido poco más que una figura cómica, una creencia que incluso en aquellos que desean ser más convencionales, es a menudo una creencia inerte e inoperante, la que probablemente ha de minimizar la seriedad del mal... es precisamente el evangelio cristiano... que localiza la altura del mal espiritual en el hombre... un ser dedicado totalmente al mal es difícilmente congruente con nada, ya que como tal él está más allá de la redención, y no habría razón para que Dios permitiera su continua existencia, a menos que fuera impotente de ponerle término" (7).
No era teológicamente insignificante que el pasaje de "O mea culpa" en la liturgia oriental fuese suprimido por ciertas iglesias medievales" (8). Y ciertamente no era insignificante. La liturgia decía originalmente: "Confieso al Dios Todopoderoso Pero mea culpa fue cambiado a felix culpa. "Felix culpa" significa literalmente "la feliz / afortunada caída" -- la idea de que la caída de Adán produjo nuestra salvación. En esto vemos la minimización del pecado personal - "mi culpa" fue reemplazada por una referencia a la caída de Adán. Se usó un premeditado malentendido del relato del Génesis para apartar la atención de la tragedia de nuestro pecado personal. Y la lógica falacia es evidente: Cristo murió a fin de que nosotros pudiéramos ser salvos del efecto del pecado de Adán. Sin embargo, esto fue torcido por la idea de la "felix culpa" para dar a entender que el pecado de Adán fue una bendición que condujo a nuestra salvación. No obstante, nosotros y el mundo sólo requerimos la salvación a causa de los efectos del pecado de Adán; su pecado fue una tragedia que requería el sacrificio de Jesús. Ciertamente, la idea de que el pecado de Adán fuera la felix culpa, la caída afortunada, es la base del razonamiento de que "perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde", contra lo cual Pablo arguye con tanta estridencia en Romanos 6:1. Cipriano, obispo de Cartago durante el siglo III, procuró minimizar el pecado humano enseñando que la caída, y el subsiguiente sufrimiento de la humanidad, fue culpa de Satanás más bien que de Adán. La posición de Pablo era todo lo contrario: "El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Romanos 5:12). Compare esto con Cipriano: "Él [Satanás] arrebató al hombre la gracia de la inmortalidad que él mismo ya había perdido" (9). Los mitos cananeos, babilónicos y asirios de la creación no dicen nada acerca del culpable pecado de la humanidad en el principio. Ellos explican nuestro mundo caído como el resultado del castigo irrazonable de los dioses al hombre, o que la humanidad quedó atrapada en la lluvia radioactiva de algún conflicto cósmico. Fueron los dioses y no el hombre los que "cayeron". El relato bíblico muestra que Adán cayó de un estado "muy bueno". Los mitos dicen que los dioses se comportan de manera inmoral, llenos de odio, ira, homicidio, inmoralidad, etc., y conciben a la humanidad como descendientes de ellos, creados por la sangre de ellos. Así que ellos no tienen cabida para un humano "muy bueno" personalmente que cayó de ese estado; porque ellos presuponen que el hombre fue creado maligno y no " muy bueno". "Según Génesis, el hombre fue creado a la imagen de Dios; pero los babilonios crearon a sus dioses a la imagen del hombre... En consecuencia, el hombre fue creado maligno y fue maligno desde su comienzo mismo. ¿Cómo, entonces, pudo caer? La idea de que el hombre cayó de un estado de perfección moral no encaja en el sistema o sistemas de la especulación babilónica" (10). La desobediencia personal, el pecado en contra del único Dios y creador, de este modo deteriorando su imagen, consecuencias y responsabilidades que surgen de ese pecado... todas estas cosas, que encuentran su especial respuesta en el evangelio cristiano, simplemente ni siquiera son reconocidas como los puntos de controversias en los mitos. Y el relato del Génesis pone esto de manifiesto, realzando lo que son los verdaderos puntos de controversias por medio de aludir a estos mitos. Tantos comentaristas han hecho notar que Génesis 1-3 es una de las secciones más mal empleadas y mal entendidas de toda la Biblia. Pero, ¿por qué? Ellos no dan ninguna explicación significativa. Yo sugeriría que se debe a que la humanidad [y eso incluye a teólogos y a los que formulan la doctrina de la iglesia] se retuerce incómoda bajo el deslumbrante rayo del simple relato de la culpabilidad humana. Y, por lo tanto, se ha convertido a la serpiente en un ser sobre humano que recibe toda la culpa; y se ha minimizado al pecado a expensas del claro significado del texto. La estructura total de la narración bíblica tiene que ver con la culpa y el pecado del hombre y de la mujer; la serpiente no está en el centro del foco. Von Rad, en uno de los más germinales comentarios del siglo X X sobre Génesis, entendió esto claramente: "En la mente del narrador, [la serpiente] es apenas una incorporación de un poder "demoníaco" y ciertamente no de Satanás... La mención de la serpiente es casi secundaria; en la "tentación" efectuada por ella, la preocupación se centra en un proceso completamente desmitificado, que se presenta de esa manera porque el narrador está obviamente ansioso de desviar el problema del hombre lo menos posible" (11). El relato sigue usando pronombres personales para echar la culpa directamente a Adán: "/oí... tuve miedo.../ estaba desnudo; / me escondí... / has comido... / yo comí" (Génesis 3:10-13; y compare la confesión similar de Jonás respecto al pecado en Jonás 4:1-3. (Jonás parece aludir aquí a Adán). Nadie que lea el relato de Génesis con mente abierta seguramente no verá otra cosa que la culpa se atribuye a la humanidad; como he recalcado repetidamente, las palabras "Satanás", "Lucifer" y la idea de la serpiente como un ángel caído simplemente no están en Génesis. Tienen que "inferirse" sobre la base de presuposiciones, las que finalmente tienen su origen en mitos paganos. John Steinbeck, quien difícilmente se puede tomar por un cristiano bíblico, quedó fascinado por los primeros capítulos de Génesis, y su novela de 1952 Al Este del Edén es evidentemente su comentario de ellos. Y él no encuentra cabida para un personaje como Satanás. En cambio, él quedó impactado por el comentario que se hizo a Caín de que aunque el pecado se agazape en la puerta, "tú puedes dominarlo". Steibeck concluyó por esto que la victoria sobre el pecado y sobre los efectos del pecado de Adán es posible; y, por lo tanto, no estamos encadenados por algún personaje sobrehumano como Satanás, ni por una sobre-controladora predestinación divina al pecado y al fracaso. Hay un pasaje en el capítulo 24 de la novela que merece citarse; lo encontré profundamente inspirador y otro ejemplo de la importancia práctica del correcto entendimiento de ,los comienzos de Génesis: "Es fácil por pereza, por debilidad, dejarse caer sobre el regazo de la deidad, diciendo: 'No pude remediarlo; el camino ya estaba determinado". Pero piensen en la gloria de la elección. Eso convierte al hombre en hombre. Un gato no tiene elección, una abeja está obligada a hacer miel. No hay devoción en esto; estos versículos son una historia del género humano en cualquier época, cultura o raza... esta es una escalera para trepar hasta las estrellas... destruye las excusas motivadas en la debilidad, cobardía y pereza... porque 'tú puedes' dominar el pecado". La inspiración práctica debería ser evidente; cualquier nuevo comentario sería pasar de lo sublime a lo común. Negación Para ayudarnos a entender la extensión de nuestro pecado, permítaseme preguntar a aquellos que creen en un Diablo personal: ¿Podríamos pecar si el Diablo no existiera? Si no, entonces ¿seguramente sufrimos y somos castigados injustamente por nuestros pecados? Si pecáramos, entonces, ¿hasta qué punto es el Diablo responsable de nuestros pecados como tan a menudo se afirma, en vista de que de todas maneras pecaríamos? Bíblica, lógica y prácticamente el problema permanece con nosotros, y simplemente no podemos endilgarlo a ningún Diablo personal. Asimismo, la verdadera victoria y logro de Jesús fue contra el pecado, en el control de su tendencia natural, nunca pecando, nunca omitiendo realizar ningún acto de justicia; y de este modo él abrió el camino para nuestra victoria final en contra del pecado y de todas sus consecuencias. Pero hombres como Orígenes presentaron la misión completa de Cristo como una lucha en contra de un Diablo personal. Él repetidamente identificó a la muerte con el Diablo, en vez de afrontar la reiterada enseñanza bíblica de que morimos a causa del pecado, y no a causa de un Diablo personal (Romanos 5:12, 21; 6:16, 23; 7:13; 8:2; 1 Corintios 15:56; Santiago 1:15). Tertuliano enseñó que en el bautismo hemos de renunciar a Satanás y [supuestamente] a los ángeles pecadores: "Estos son los ángeles a los cuales renunciamos en el bautismo". En ninguna parte la Biblia habla de esto; más bien es al pecado personal al cual debemos renunciar y arrepentirnos en el bautismo. Las "comedias de milagros" en la Edad Media frecuentemente presentaban a Satanás y a los demonios como seres a los cuales la audiencia podía ridiculizar sin temor, reírse y regocijarse en su caída ante el poderío de Cristo. Pero lo que ese enfoque no logró captar fue que la verdadera batalla no se da en un escenario ni afuera en el cosmos, sino en el corazón humano. Y surge esta pregunta: ¿Por qué, en un plano psicológico, Dante y otros se rebelan presentando a Satanás de manera absolutamente grotesca? Yo sostendría que ellos hicieron esto porque reconocían la existencia del horrible y radical mal / pecado, e ilusoriamente lo transfirieron a alguien o algo externo a nosotros. La gente ávidamente miraba los dibujos, observaba las obras teatrales... porque de algún modo les confirmaba que lo horroroso del pecado y del mal se podía exteriorizar. Un auto-examen profundo y honesto revela que más que ninguna otra cosa, nosotros preferimos negar la magnitud de nuestro pecado. Durante mucho tiempo estuve reacio a ceder totalmente a esta idea de que el pecado se halla tan sólo enraizado en el corazón humano individual. Yo habría estado conforme con el comentario de Jeffrey Russell de que: "Es cierto que hay mal en cada uno de nosotros, pero añadiendo en conjunto cantidades incluso mayores de males individuales eso no faculta a nadie para que pueda explicar un Auschwitz" (12). Al igual que Ud., yo estudié el mal y el pecado radical que hay en el mundo, e intuitivamente sentí que debe haber algo en acción más allá de la humanidad individual. ¿Por qué (junto con tantos otros) tuve esa impresión, y por qué fue tan intensa y tan intuitiva? Porque yo simplemente no quería enfrentar lo que Pablo llama "lo extremadamente malo que es el pecado"" (Romanos 7:13 NVI). Pablo habla en ese pasaje de cómo incluso en su vida, Dios había tenido que revelarle esto, cómo el pecado había de ser revelado como pecado para él. Ese proceso continúa en cada uno de nosotros. En vez de pensar que el pecado es un "relajo" ocasional, llegamos a ver que realmente es el problema radical que la Biblia lo presenta como tal. Y ya no laboramos bajo la impresión de que seguramente debe haber alguna fuente de pecado / mal externa a la humanidad, la cual infecta nuestro mundo. El ejemplo de Auschwitz recién citado es personalmente significativo para mí. Viviendo en Europa Oriental, visité Auschwitz cuatro veces en un período de 16 años. Fue sólo en la cuarta visita que llegué a estar en desacuerdo con el comentario de J. B. Russell. Muy simple; nosotros radical, seria, especial y sobre todo peligrosamente subestimamos el poder del pecado humano, y la colosal influencia para el mal que nuestras acciones, pensamientos y decisiones pecaminosas pueden tener sobre los demás. Mi intuitivo deseo de encontrar alguna fuente mayor del mal para explicar el Holocausto es probablemente típico de la lucha que todos tenemos no sólo para minimizar nuestro propio pecado, sino también el pecado de la humanidad y de otras personas. Quizás esta es la razón de que lidiar con los problemas del pecado y el mal radical, como lo presentamos en este libro, simplemente no es popular. Parece ser que la idea es que ya que estas cosas no se pueden investigar por medio de la ciencia, por lo tanto no se deberían investigar seriamente en absoluto. Pero yo sostengo que es el mismo antiguo deseo psicológico de apartar el foco de nosotros y de la gravedad del pecado humano. El Diablo sigue siendo una suposición no examinada en gran parte de la cristiandad y en muchas sociedades y religiones. La presencia de suposiciones no examinadas en nuestra vida y corazón, así como en las sociedades, debería ser una bandera roja. ¿Por qué, en esta era de exámenes sin barreras, de desplome de paradigmas, de deconstrucción de casi todo, de rigurosa investigación, de tirar las tradiciones a la basura, de brutal examen de las suposiciones... la idea acerca del Diablo sigue siendo una suposición sin examinar? Sugiere que se debe a que rechazar esa tradición acerca de un Satanás personal [porque eso es todo lo que es: una tradición] y empezar a trabajar seriamente en ajustarse a la posición bíblica respecto al Diablo simplemente exige demasiado. Es difícil aceptar toda la experiencia negativa en la vida como algo que fue básicamente permitido e incluso enviado por un Dios afectuoso; es humillante darnos cuenta de que somos sólo diminutos hijos, cuya perspectiva del bien y del mal no es plenamente la de nuestro Padre, y es la tarea de toda una vida reconocer que nuestras pasiones y deseos personales y naturales son en realidad el gran Satanás / adversario. Que nuestro punto de vista respecto al bien y el mal es manudo tan equivocado que se puede probar con facilidad; pensemos en todas las veces en que un creyente ha pedido algo en oración, pero Dios no responde, y después se dan cuenta de que habían pedido algo equivocado, y quedan agradecidos que Dios no les haya respondido. Quizás las peticiones de Job de que Dios tomara su vida inmediatamente sería un ejemplo bíblico (Job 6:8). La creencia popular acerca del Diablo también reduce la importancia de la victoria de Jesús en contra del pecado. No fue tan sólo un conflicto heroico entre un hombre y una bestia al estilo de Jorge y el dragón. Somos salvos porque el Señor Jesús dio muerte en su mente a cada impulso pecaminoso, y entonces dio su propia vida por nosotros a fin de que también pudiéramos ser libres del poder del pecado y de la muerte. Hebreos 2:14 elabora el punto de que fue exactamente porque Jesús tenía nuestra naturaleza que él pudo destruir al Diablo. Y fue su muerte lo que destruyó al Diablo. Estos hechos bíblicos tienen poco sentido en una teología que afirma que Jesús y el Diablo están en un conflicto cósmico, el cual se lucha hasta el amargo fin, hasta que Jesús emerja triunfante y mate al Diablo. Hebreos 2:14, y todo el Nuevo Testamento establece como hecho que el pecado / el Diablo fue destruido por la muerte de Jesús. No fue como si él estuviera enzarzado en combate mortal con el Diablo hasta matarlo. Jesús murió, y fue esa muerte lo que mató al Diablo. Esto no tiene sentido en el contexto de la idea de un conflicto cósmico entre Jesús y el Diablo. Fue porque él tenía nuestra naturaleza que el Diablo fue destruido; y simplemente poseer la naturaleza humana no habría sido de aplicabilidad alguna si la victoria de Jesús hubiese sido tan sólo contra un ser personal literal. El Valor de las Personas
La minimización del pecado debido a la teoría de un Satanás personal resulta en una devaluación de la salvación humana y la maravilla personal de ésta. La gracia significa poco en un nivel personal para cualquiera de nosotros, si nuestra salvación fuera realmente una transacción abstracta que ocurrió en algún lugar allá en el cosmos entre Dios y Satanás. La perspectiva bíblica es tanto más personalmente apasionante; la salvación la logró un hombre, Jesús el Hijo de Dios, aquí en la tierra, en una estaca en las afueras de Jerusalén. Él murió por amor a nosotros, para el perdón de nuestros pecados personales, más bien que para efectuar algún pago a una criatura cósmica llamada Satanás. El fracaso esencial no se halla en el cosmos; el fracaso está en nuestra respuesta humana al amor y la gracia de Dios. De la misma manera que el pecado se minimiza por causa del concepto popular acerca de Satanás, así, de alguna manera relacionada, se minimiza la importancia de la persona individual. Crecientemente en el mundo moderno, una enorme cantidad de personas son víctimas del mal radical: exterminios masivos, actos terroristas, guerras, etc. Pero por cada persona que muere, hay muchas otras que efectivamente mueren en su alma, tal es su lucha y experiencia con ese mal radical. Solzhenitsyn reflexionaba sobre cómo los hijos de víctimas del NKVD a menudo morían de un corazón quebrantado, o llevaban una vida embotada por su experiencia con el mal: "Cuando tomamos conciencia de los millones de aquellos que perecieron en los campamentos, olvidamos multiplicarlos", Y eso es para todos nosotros. Todos tenemos seres queridos que experimentan el mal, y sus sufrimientos nos afectan múltiples veces. La extensión del mal que se experimenta individualmente en nuestro mundo y vidas es simplemente imposible de describir. Me parece que nuestro intento por lidiar con ello ha sido para tratar de abstraerlo totalmente, poniéndolo en los términos metafísicos de un conflicto cósmico entre Dios y Satanás, más bien que enfrentar a la experiencia individual del pecado y el mal. El sufrimiento y el valor individual ha quedado minimizado por todo esto. Por ejemplo, hablamos de 6 millones de judíos asesinados en el Holocausto. Pero esa cantidad disfraza la realidad del mal. Es el sufrimiento de un judío individual el que podemos entender, y no el de millones de personas. La idea tradicional acerca de Satanás intenta reducir el mal y el pecado a una abstracción, a algo que está allá afuera en el cosmos, a algo intelectual... y de este modo se pierde el foco bíblico en la persona individual. Ya no nos afligimos plenamente por un hermano que sufre, enfrentando derechamente al pecado en nuestra propia vida y en la de los demás... El enorme esfuerzo que se requiere es demasiado, y por eso lo endilgamos todo esto a la demasiado conveniente idea de un Satanás sobrehumano. El Pecado es Serio Nuestro entendimiento bíblico acerca de Satanás nos lleva a darnos cuenta que las mismas tendencias pecaminosas esenciales se hallan dentro de nosotros así como dentro del más depravado violador o sádico. La piedad no es tan sólo apartarse de la gente pecadora, sino que tiene que ver con desligarse de las pasiones pecaminosas que hay en nuestro corazón mismo. Solzhenitsyn experimentó y reflexionó acerca del mal más que la mayoría; y su conclusión es la misma; "¡Si todo fuera tan simple! ¡Si sólo… fuera necesario apartar [la gente malvada] del resto de nosotros y destruirlos! Pero la línea que divide el bien del mal se halla en el corazón de cada ser humano. ¿Y quién está dispuesto a destruir una parte de su propio corazón?" (13). Eric Fromm se propuso usar la lógica, la sociología, la psicología y la filosofía para entender el origen del poder destructor humano; y llegó a conclusiones similares a las que nosotros hemos llegado por medio del estudio bíblico, y a las que Solzhenitsyn llegó por la experiencia vivida. Él también encontró que la idea acerca de un Satanás sobrehumano es algo que no viene al caso, concluyendo que el mal procede de dentro de toda la humanidad y no tan sólo de una minoría de nosotros; "El mal es la vida que se vuelve en contra de sí misma... nuestra atracción innata hacia lo que está muerto" (14). Fromm concluyó que es aquello que nos atrae y el modo de llevar nuestra vida lo que forma la fuente de la maldad humana; y esto está en línea con la revelación bíblica. Un Satanás sobrehumano no desempeña ningún papel, ni en las explicaciones bíblicas, ni en enfoques científicos ni en la experiencia observada. El reconocimiento de todas estas cosas nos llevará a ver que la respuesta no se halla en apartarse de la gente malvada, ni en que nosotros acabemos con ellos, ni por medio de guerras ni sentencias de muerte; sino en reconocer que las mismas tendencias básicas se hallan dentro de nosotros así como dentro de aquellas personas aparentemente más perversas. Nuestras experiencias de gente como Hitler, Stalin, etc., deberían hacernos mirar dentro de nosotros mismos más bien que demonizarlos. Uno sólo tiene que leer por encima la obra Bad Men Do What Good Men Dream [Los malvados hacen lo que sueñan los buenos] de Robert Simon --y mirar seria y honestamente dentro de nuestro propio corazón-- para ver que todos somos tentados a ser los mismos desesperados criminales (15). Yo sé que algunos lectores objetarán esta sugerencia... pero yo sólo puedo apelar a su descarnada honestidad respecto a los pensamientos y deseos que a veces pasan por su mente. "Todos siempre hablan de cambiar el mundo, pero nadie jamás habla de cambiarse a sí mismo", señaló Leon Tolstoy en alguna parte de su obra La Guerra y la Paz. Y es cierto. Todo lo que se dice acerca de preservar y salvar al planeta físico es genial; pero puede ser una excusa para no enfrentar el problema esencial, el cual se halla dentro de cada ser humano individual. Ciertamente puede ser más que una excusa para no hacer eso; incluso podría ser una indicación de que estamos corriendo, alocadamente, alejándonos de nosotros mismos como personas, mirando hacia el exterior con nuestros telescopios y nuestras reducciones de dióxido de carbono... porque simplemente no podemos entrar y ver dentro. Responsabilidad por las Acciones
Entendiendo que el pecado viene de nuestro interior nos lleva a un nivel mucho más alto de responsabilidad por nuestras propias acciones, al mismo tiempo que nos enseña a exigir a los demás que sean más responsables por los suyos, también. La responsabilidad es algo que lamentablemente falta cada vez más en el mundo moderno. Nos justificamos tanto a nosotros mismos como a los demás, hasta el punto en que los verdaderos sentimientos de contrición, humildad, gozo ante la experiencia del perdón, el esfuerzo realista y victorioso por la auto-superación, todo parece poco conocido en la vida de muchos hoy día. Y además, haremos también a otros responsables en vez de entrar sigilosamente en la postmoderna e inexpresiva mentalidad de tratar con indiferencia la conducta de otros y disculparla pasivamente. Tal como lo señala Andrew Greely: "¿Por qué enojarse con un hombre por hacer mal a menos que uno piense que él es responsable de su maldad?" (16). Rollo May fue otro psicólogo cristiano que llegó a las mismas conclusiones a las que nosotros hemos llegado por medio de la Escritura: "El término común personalizado [para referirse al mal] que se ha empleado históricamente, a saber, el Diablo, es insatisfactorio porque proyecta el poder al exterior de sí mismo... Más aún, siempre me pareció una forma deteriorada y escapista de lo que se debe de entender respecto al mal" (17). Este es ciertamente el caso; el concepto popular acerca del Diablo es una forma de escapismo de nuestra propia responsabilidad por el pecado, una mirada al exterior de nosotros mismos en vez de mirar en el interior. Perdonar, No Justificar Entender la naturaleza personal del pecado nos da el entendimiento y mecanismo por medio del cual podemos perdonar a otros, e incluso perdonarnos a nosotros mismos. Esto es de importancia práctica vital. Simplemente debemos perdonar. La única opción es la venganza, contra otros o contra nosotros mismos. El dolor que causamos a otros siempre se siente más fuerte en uno que en ellos; y lo que nosotros podemos considerar como faltas menores de nuestra parte hacia otros, ellos lo sienten brutalmente fuerte. Debido a esto, vengarnos por el dolor nunca compensa. Así que... simplemente debemos perdonar, de otro modo quedaremos atrapados en una cada vez más debilitante guerra dentro de nosotros mismos y con los demás. Decir "el Diablo los impulsó / me impulsó a hacerlo" es justificar al pecado; y a veces encontramos difícil el perdón porque lo confundimos con justificación. Perdonar tanto a otros como a nosotros mismos requiere que seamos específicos: ella / él / yo / ellos cometieron este, ese o aquel pecado. Nosotros simplemente no "perdonamos" con vaguedades; debemos precisar qué es lo que vamos a perdonar con detalles concretos. Podemos preguntarnos por qué a veces sentimos odio, tanto hacia nosotros mismos como hacia otros. Gran parte procede de nuestro propio pecado o de otros; el pecado por el cual cada uno de nosotros es básicamente responsable y que no podemos endosar la culpa a una figura de Satanás. Lewis Smedes hace una observación impactante: "El dolor que causamos a otras personas se vuelve en el odio que sentimos por nosotros mismos por haberles causado daño a ellos" (18). En tanto estemos justificando el daño que causamos, o el daño que otros nos han causado a nosotros, no podemos empezar el proceso de curación. La novela Crimen y Castigo, de Dostoievski, presenta el relato acerca de Raskolnikov, un asesino que no podía perdonarse a sí mismo porque seguía tratando de justificarse. Justificarnos nosotros mismos o a otros es el resultado clásico de creer en el mantra de que "Satanás me impulsó a mí / a ellos / a ella / a él a hacerlo". Y esto es una significativa barrera para el perdón, tanto para nosotros como para los demás. En el relato, Raskolnikov tiene un final relativamente feliz, porque llegó a darse cuenta de que "la fundamental falsedad se halla en sí mismo". Es esta "fundamental falsedad en nosotros mismos" lo que la Biblia denomina el Diablo, el mentiroso que hay dentro de nosotros, el calumniador. A comienzos del relato, Dostoievski añade el comentario del narrador: "¡Qué feliz habría sido si hubiera podido culparse a sí mismo! Entonces habría aguantado todo, incluso la vergüenza y la deshonra". Eso es muy cierto. Felices / bienaventurados aquellos que se culpan a sí mismo y no a Satanás. Permítaseme recalcar que el auto-perdón no es lo mismo que tener una alta opinión de nosotros mismos. Es exactamente porque podemos enfrentar francamente nuestro pecado con toda honestidad que podemos perdonarnos a nosotros mismos. Es por eso que los 12 pasos requieren que los alcohólicos que quieren recuperarse enumeren con todo detalle todas las veces que mintieron, perdieron dinero, causaron daño a las personas como resultado de su adicción. Los detalles específicos y honestos son necesarios para que se produzca la curación y el perdón. La confrontación de nuestros propios pecados y los de los demás [incluso si ellos no quieren confrontarlos] se requiere de parte nuestra si hemos de perdonar. Tenemos que ser realistas respecto al pecado humano. Al hacernos, nosotros y los demás, responsables por el pecado, sin culpar a ninguna figura satánica exterior, damos paso a la posibilidad del perdón. Si no somos específicos respecto a nuestros fracasos, o respecto a los pecados de los demás que nos han causado daño, entonces fácilmente nos ahogaremos bajo nuestro propio peso de una vaga auto-condenación. Perdonamos a las personas, y a nosotros mismos, por lo que se ha hecho específicamente, y no por lo que la gente es. Intentos por perdonar a los demás o a nosotros mismospor lo que somos a menudo terminan en un miserable y depresivo fracaso; porque estamos yendo por el objetivo equivocado. Se necesita valor para ser específico, sobre todo porque las sociedades santurronas en las cuales vivimos a menudo quieren inconscientemente que vivamos bajo un paraguas de permanente vergüenza para que ellos se sientan y luzcan mejor. Puede ser que aún tengamos alguna ira después de alcanzar el perdón, probablemente sólo podamos perdonarnos a nosotros mismos y a los demás poquito a poco y no de la manera magnánima y de una sola vez en que lo hace Dios (porque nosotros no somos Dios), pero, de todas maneras, el perdón es una meta alcanzable. Es la señal definitiva de la libertad, que no vamos a dejarnos dominar por los daños que nos causen otros, ni por nuestro propio pecado. Vamos a perdonar, y de este modo seremos definitivamente libres y creativos, conforme al modelo divino que está en Cristo. Demonizando a los demás
He hecho notar en todos estos estudios que hay una enorme atracción por la idea de que aquí en la tierra estamos de algún modo al lado de Dios y de Jesús, los cuales se hallan empeñados en un conflicto cósmico con el Diablo en el cielo. Nos faculta, por lo tanto, para suponer que cualquiera que esté en contra nuestra en la tierra debe ser de algún modo "del Diablo", y nosotros estamos hechos para estimar que cualquier agresión hacia ellos o descripción de ellos en términos satánicos es de algún modo legítimo. La locura de la cacería de brujas en la Edad Media cobró la vida de cientos de miles de personas inocentes; era una especie de epidemia psicológica que se esparció por toda la sociedad. La gente suponía que cada vez que ocurría un desastre, o alguien caía enfermo, esto era la obra de Satanás; y, por lo tanto, cualquiera que estimara estar de algún modo en contra de los que sufrían se le consideraba que era "de Satanás". Ancianas de ojos bizcos, cualquiera que se viera o pensara de manera diferente a los demás, se convertía, por consiguiente, en un blanco de ataque. "Por lo general, esta creencia asumía un carácter muy contagioso, esparciéndose como una epidemia en el distrito en particular en el cual ocurrían los incidentes" (19). Lo que para mí es significativo en todo esto es con qué fervor la humanidad llega a creer en un Satanás personal. Nos faculta para sacar fuera nuestra ira, nuestras disfunciones, nuestras antipatías por otros; en el nombre de Dios, en el nombre de participar en una batalla en contra de Satanás en la cual noblemente tomamos el lado de Jesús. Aquí está el peligro de la idea. El verdadero entendimiento bíblico acerca de Satanás es muy diferente, y nos convoca al autocontrol personal, al auto-examen, al reconocimiento de nuestra debilidad y a la fortaleza de Cristo; y esto, a su vez, afecta nuestra actitud hacia los demás. Más bien que cacería de brujas y demonización, debemos llegar a ser comprensivos hacia la debilidad humana y sensitivos hacia la condición humana, procurando siempre compartir con los demás la colosal victoria del Señor Jesús. Tenemos tendencia a suponer que Dios toma partido en todas las riñas que ocurren aquí en la tierra, y, por supuesto, nos gusta pensar que él está de nuestro lado, y por lo tanto nuestros oponentes están en contra de Dios, y por consiguiente particularmente terrible y digno de nuestro mejor odio. Macduff, de Shakespeare, refleja nuestras suposiciones en esta área: "¿El cielo lo ha contemplado sin tomar parte?". Es esta presunción de que Dios está de nuestro lado en materias elevadas y pequeñas, desde una riña con el vecino hasta guerras internacionales, lo que a su vez conduce a una demonización del enemigo. Y los mitos judíos y paganos acerca de un oscuro dios del mal que existe en oposición al verdadero Dios entonces se hace muy atractivo para nosotros. Queremos creer en ellos, porque se nos acomoda realistamente para poder pintar a nuestro desagradable vecino o al país vecino de negro, maligno, impío de cabeza a los pies, y en liga con supuestas fuerzas cósmicas de maldad a las cuales les estamos dando valiente batalla. No hay por qué extrañarse que la idea básica de un Diablo sobrenatural sea tan atractiva y a la cual se le echa mano desde todos lados en una disputa. Tengo en mi computador un archivo de imágenes de caricaturas y carteles en los que se demoniza a las personas como el Diablo. En las dos guerras mundiales, cada lado demonizaba al otro. C. S. Lewis escribió sus Screwtape Letters [Cartas del Diablo a su Sobrino] y otras alusiones a Satanás en un contexto de la II Guerra Mundial y la demonización británica de los nazis y después de los comunistas. Desde 1945, los soviéticos demonizaban a sus enemigos con las características de "Satanás", aun cuando oficialmente ellos no creían en Satanás ni en Dios; las potencias occidentales también "satanizaban" a los soviéticos. Más recientemente, Occidente ha hecho lo mismo en sus caricaturas de líderes y terroristas islámicos; y los caricaturistas islámicos han hecho igualmente al representar a líderes occidentales y a israelíes como "el gran Satanás". Los musulmanes bosnios y los serbios cristianos hicieron lo mismos unos a otros en las guerras que hicieron zozobrar a la antigua Yugoslavia... revisar esas imágenes en mi disco duro es una experiencia depresiva. Todos están prestos para demonizar a los demás, y dibujar cuernos y cola a "los demás" es obviamente tan fácil y atractivo. Y aunque la mayoría de nosotros no estamos en el área de dibujar caricaturas, efectivamente tenemos tendencia a hacer lo mismo en conflictos grandes y pequeños. Notas.
(1) Raimundo Panikkar, Worship and Secular Man [La Adoración y el Hombre Secular](London: Darton, Longman &. Todd, 1973), vi. (2) Estos pensamientos se hallan bien desarrollados en David Levin, Legalism and Faith(Ann Arbor: Tidings Publishing, 2002) ch. 21. (3) Paul Tournier, The Violence Within [La Violencia Interior], traducido por Edwin Hudson (San Francisco: Harper & Row, 1978). (4) Claude Levi-Strauss, The Savage Mind [La Mente Salvaje](Chicago: University of Chicago Press, 1961). (5) “En el mito acadio de Adapa... Ea convocó a Adapa... y le advirtió que... habiendo desagradado a Anu... Los dioses le ofrecerían el alimento y bebida de la muerte que él debía rechazar. Sin embargo, Anu, enterándose de esta indiscreta información, engañó a Ea ofreciendo a Adapa el pan de la vida y el agua de la vida y, cuando éste las rehusó debido a las órdenes de su padre, él severamente lo envió de vuelta a la tierra convertido en un perverso mortal"--Robert Graves, Raphael Patai, Mitos Hebreos. El Libro del Génesis (Nueva York: Greenwich House, 1983), p. 79. (6) Neil Forsyth, The Satanic Epic (Princeton: Princeton University Press, 2003) p. 7. (7) C.F. Evans, The Lord‟s Prayer (London: S.C.M., 1997) p. 70. (8) Richard Tarnas, The Passion of the Western Mind: Understanding theIdeas That Have Shaped Our Worldview (London: Pimlico / Random House, 2000) p. 137. (9) Cyprian, Jealousy, capítulo 4,según se cita en H.A. Kelly, Satan: A Biography (Cambridge: C.U.P., 2006) p. 180. (10) Alexander Heidel, The Babylonian Genesis, the Story of Creation (Chicago: Chicago University Press, 1984) pp. 125,126. (11) Gerhard von Rad, Genesis (London: S.C.M., 1966) p. 85. (12) J.B. Russell, The Prince of Darkness: Radical Evil and the Power of Good in History (Ithaca: Cornell University Press, 1992) p. 275. (13) Alexander Solzhenitsyn, The Gulag Archipelago (New York: Monad Press, 1974) pp. 431,168. (14) Erich Fromm, The Anatomy of Human Destructiveness (New York: Rinehart & Winston, 1973) pp. 9,10. (15) Robert Simon, Bad Men Do What Good Men Dream (Washington: American Psychiatric Press, 1999). Simon fue un psicólogo forense, quien escribió sobre una vida entera dedicada a examinar a asesinos y a otros notorios criminales. (16) Andrew Greeley, Unsecular Man (New York: Schoken Books, 1972) p. 212. (17) Rollo May, “Reflections and Commentary,” in Clement Reeves, The Psychology of Rollo May: A Study in Existential Theory and Psychotherapy (San Francisco: Jossey Bass, 1977), p. 304. (18) Lewis Smedes, Forgive and Forget (San Francisco: Harper & Row, 1984) p. 72. (19) F.G. Jannaway, Satan‟s Biography (London: Maranatha, 1900) p. 12.
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